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“Alguien debería convencer a Luis Jar para publicar sus crónicas en un libro. La cultura marítima, la cultura española en general, necesitan de los brillantes trabajos de Luis Jar Torre.”

1995. Impresiones del Segundo Comandante del 'Contramaestre Casado' A-01 (BIP 073)

 


Publicado en el Boletín Informativo paraPersonal, nº 73, noviembre de 1995


IMPRESIONES DEL SEGUNDO COMANDANTE DEL TRANSPORTE ‘CONTRAMAESTRE CASADO’, LUIS JAR TORRE


 
CLARO está que, una unidad de este tipo, difícilmente entra en la Historia con mayúsculas, por lo que la historia de la que esta veterana unidad se ufana no puede ser otra que la del trabajo diario bien hecho a lo largo de cuarenta y dos años para sus muchos propietarios: transportando fruta en los años cincuenta, cuando era un veloz frigorífico sueco; carga general bajo otras banderas, cuando los años le hicieron menos competitivo, y, finalmente, mercancías menos ortodoxas por cuenta de propietarios asimismo menos honorables, que le obligaron a sufrir la infamia de ser capturado como contrabandista por la Armada Española frente a las costas gallegas a principios de los ochenta.

Fiel al lema de «lo que hagas, hazlo bien», dicen las crónicas que el barco «no se dejó», oponiendo una adecuada resistencia que dio al asunto tintes de batalla naval, de la que, a falta de lápidas de bronce, dieron testimonio orificios de bala en la superestructura.

Como si el destino hubiera querido reparar la injusticia de colocar esposado ante el juez a un buque respetable (ya se sabe, las malas compañías), resultó que, finalmente, el «gendarme» que lo detuvo no solamente lo «desintoxicó», sino que le dio el puesto de trabajo con el que soñaría cualquier carguero de la «tercera edad»: ocupándolo en transportar pequeñas partidas (y a veces no tan pequeñas) de carga general por los puertos de la Península y los archipiélagos, pero fuera ya del mundo despiadadamente competitivo de su familia mercante original, que le hubiera exigido velocidades y esfuerzos estructurales incompatibles con la dolorida espalda de un maduro caballero, abocándole inexorablemente a la siempre penosa e injusta eutanasia por achatarramiento que ha resultado ser el destino final de la mayoría de sus compañeros de promoción.

Así, al igual que otros muchos jubilados nórdicos, este sueco de origen se dispone a finalizar el siglo en el tranquilo y soleado sur de España, pintado de gris y agradecido a una bandera que le ha facilitado el sentirse útil a tan avanzada edad, descargando vehículos del Ejército en los mismos muelles canarios donde en su primera juventud cargaba plátanos repartiendo cargamentos que pueden ser tan dispares como munición, pequeñas patrulleras o hasta ¡ apisonadoras!, por todo el litoral hispano; disfrazándose de transporte de tropas para llevar cada dos meses a cerca de doscientos marineros de reemplazo a Canarias o, cada Semana Santa, a igual cantidad de Legionarios (con mascotas) a Málaga; haciendo de buque de mando en un ejercicio  «Contramar» y alojando como por arte de magia a diecisiete Oficiales de la OTAN durante dos semanas en la mar o, en esporádicos arranques de audacia, cruzando el Atlántico Norte en invierno para volver de Estados Unidos atiborrado con todo tipo de bártulos y así ahorrarle unos dólares en transporte al país que le acogió y le dio su bandera.

Como premio a tan variados servicios, la Armada, aparte de darle un repaso periódico a su dolorido esqueleto, le permite recordar algunos pecadillos ya olvidados, comisionándolo (con cierta frecuencia últimamente) como supuesto buque forzador de supuestos bloqueos a supuestos países, sirviendo así de sparring a sus nuevos primos de la Flota.

Claro, que el que tuvo, retuvo, y con su experiencia real en estos menesteres, hay ocasiones en que burla los bloqueos que le montan sus primos con excesiva eficacia, con lo que en lugar de colaborar a su adiestramiento les origina estados depresivos.

 Para finalizar, si este Segundo hubiera de describir con pocas palabras el tipo de cometidos que desarrolla en la Armada el «Contramaestre Casado», diría que es el equivalente marítimo de una vieja, entrañable, querida e imprescindible ... paquetera.