Publicado en el Boletín Informativo paraPersonal, nº 73, noviembre de 1995
IMPRESIONES DEL SEGUNDO COMANDANTE DEL TRANSPORTE ‘CONTRAMAESTRE CASADO’, LUIS JAR TORRE
Fiel al lema de «lo que hagas, hazlo bien», dicen las crónicas que el barco «no se dejó», oponiendo una adecuada
resistencia que dio al asunto tintes de batalla naval, de la que, a falta de
lápidas de bronce, dieron testimonio orificios de bala en la superestructura.
Como si el destino hubiera querido reparar la
injusticia de colocar esposado ante el juez a un buque respetable (ya se sabe,
las malas compañías), resultó que, finalmente, el «gendarme» que lo detuvo no
solamente lo «desintoxicó», sino que le dio el puesto de trabajo con el que
soñaría cualquier carguero de la «tercera edad»: ocupándolo en transportar
pequeñas partidas (y a veces no tan pequeñas) de carga general por los puertos
de la Península y los archipiélagos, pero fuera ya del mundo despiadadamente competitivo
de su familia mercante original, que le hubiera exigido velocidades y esfuerzos
estructurales incompatibles con la dolorida espalda de un maduro caballero,
abocándole inexorablemente a la siempre penosa e injusta eutanasia por
achatarramiento que ha resultado ser el destino final de la mayoría de sus
compañeros de promoción.
Así, al igual que otros muchos jubilados
nórdicos, este sueco de origen se dispone a finalizar el siglo en el tranquilo
y soleado sur de España, pintado de gris y agradecido a una bandera que le ha
facilitado el sentirse útil a tan avanzada edad, descargando vehículos del
Ejército en los mismos muelles canarios donde en su primera juventud cargaba
plátanos repartiendo cargamentos que pueden ser tan dispares como munición,
pequeñas patrulleras o hasta ¡ apisonadoras!, por todo el litoral hispano;
disfrazándose de transporte de tropas para llevar cada dos meses a cerca de
doscientos marineros de reemplazo a Canarias o, cada Semana Santa, a igual
cantidad de Legionarios (con mascotas) a Málaga; haciendo de buque de mando en
un ejercicio «Contramar» y alojando como
por arte de magia a diecisiete Oficiales de la OTAN durante dos semanas en la
mar o, en esporádicos arranques de audacia, cruzando el Atlántico Norte en
invierno para volver de Estados Unidos atiborrado con todo tipo de bártulos y
así ahorrarle unos dólares en transporte al país que le acogió y le dio su
bandera.
Como premio a tan variados servicios, la
Armada, aparte de darle un repaso periódico a su dolorido esqueleto, le permite
recordar algunos pecadillos ya olvidados, comisionándolo (con cierta frecuencia
últimamente) como supuesto buque forzador de supuestos bloqueos a supuestos
países, sirviendo así de sparring a sus nuevos primos de la Flota.
Claro, que el que tuvo, retuvo, y con su
experiencia real en estos menesteres, hay ocasiones en que burla los bloqueos
que le montan sus primos con excesiva eficacia, con lo que en lugar de
colaborar a su adiestramiento les origina estados depresivos.
Para
finalizar, si este Segundo hubiera de describir con pocas palabras el tipo de
cometidos que desarrolla en la Armada el «Contramaestre Casado», diría que es el equivalente marítimo de una vieja, entrañable, querida e
imprescindible ... paquetera.